Redacción (Agencias).- En México, hace apenas 70 años que las mujeres ganaron el derecho al voto. Desde entonces la representación femenina en la política ha recorrido un largo camino de luchas por la paridad de género que hoy tiene a los mexicanos ante la elección de su primera mujer presidenta.
La oficialista Claudia Shenbaum y la opositora Xóchitl Gálvez están en el centro de la elección más grande en la historia de México, con unos 20.000 cargos públicos en juego, entre locales, estatales y nacionales, que tendrá lugar el próximo domingo 2 de junio.
Sin embargo, en México permanecen los problemas de inseguridad hacia las mujeres. La ONU estima que entre nueve y 10 mujeres son asesinadas por día en el país, una crisis que parece no dar tregua. Solo en 2023 se cometieron 852 feminicidios en México, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En lo que va de 2024 se registran 184.
Por ello, la presencia de mujeres en el ámbito político mexicano es relevante y ya no es sorpresa para el electorado.
“En los últimos 25 años, México tuvo una serie de reformas constitucionales para dar más representación a las mujeres”, explicó a la Voz de América Carin Zissis, editora en jefe de la Sociedad de las Américas y Consejo de las Américas en EEUU.
Estas reformas obligaron a los partidos a establecer un mínimo de candidatas mujeres en las contiendas electorales. Al inicio, dijo Zissis, los partidos colocaban a mujeres en posiciones con pocas probabilidades de ganar, una situación que comenzó a transformarse en 2019.
Primera mujer presidenta: Reformas y cuotas de género para garantizar la representación
La reforma “Paridad en Todo”, aprobada ese año, estableció que la mitad de los cargos de decisión serían sólo para mujeres en todos los poderes del estado.
Datos oficiales indican que más de 99 millones de personas pueden votar en México, un 52 % de ellas son mujeres.
Ahora, por ejemplo, el Instituto Nacional Electoral ordenó que en nueve de los estados en los que están compitiendo por la gobernación, cinco deben tener a mujeres postuladas y además, demostrar que “sí tienen el chance de ganar”.
“Ser un gobernador es una posición muy poderosa en México, entonces es muy importante elevar y tener a más mujeres en esas posiciones”, dijo Zissis.
Aunque Sheinbaum y Gálvez son ahora el foco de la conversación, en la historia mexicana ocho mujeres se han postulado para ser presidentas, empezando con Rosario Ibarra de Piedra, con el Partido Revolucionario de los Trabajadores en 1982, aunque ninguna alcanzó la posición.
Las cuotas de género no son una medida exclusiva de México.
En América Latina esta estrategia se ha utilizado como manera de que más mujeres lleguen a posiciones políticas en países como Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, entre otros.
“Cuando hay más mujeres en posiciones importantes en el gobierno vemos así más reformas, más cambios, más leyes que favorecen y piensan en temas importantes para las mujeres”, explicó Zissis.
“Hay necesidad de mejorar el sistema judicial. Aunque haya leyes para proteger a las mujeres, el problema es que hay muchísima impunidad”, agregó la experta.
“Para muchos mexicanos es algo fundamental. Necesitan llegar a sus casas, necesitan saber que sus hijas van a llegar a casa”.
A la violencia de género se suma la electoral
Estos comicios, los mayores en la historia de México, también se han convertido en uno de los más letales.
Desde fines del año pasado a la fecha se contabilizan más de 30 asesinatos a candidatos a puestos locales.
Entre ellos está el de Gisela Gaytán, aspirante a la alcaldía del municipio de Celaya, Guanajuato, que resultó muerta a balazos durante un evento de campaña el pasado abril.
La cifra aumenta a 84 si se incluyen además líderes locales, colaboradores partidistas y familiares de candidatos, según datos del mexicano Laboratorio Electoral.
Primera mujer presidenta: Esperanza sin cambios dramáticos
Al inicio de su campaña, la favorita Sheinbaum prometió proteger y mejorar la vida de las mexicanas diciendo: «No llego yo, llegamos todas». Gálvez, por su parte, enfatizó que de ser elegida sería «una aliada de las mujeres».
«Ya es hora de que se reconozca a las mujeres (…) «Es una consecuencia lógica, de un país que ha ido avanzando», celebró la reconocida escritora mexicana Elena Poniatowska, entrevistada por la agencia AFP.
No obstante, analistas advierten que la gran probabilidad de que la próxima jefatura del Estado sea femenina no necesariamente se podría traducir en un avance en la agenda feminista.
“Por supuesto, [la elección de una presidenta mexicana] envía un mensaje de que las cosas están cambiando y que tenemos esperanzas de comenzar a romper techos de cristal adicionales, pero decir que esto significa, por ejemplo, una agenda más feminista, no necesariamente”, advirtió Sandra Ley, coordinadora del Programa de Seguridad del centro de pensamiento México Evalúa.
Ley, experta en violencia criminal en México y su impacto en el comportamiento político, recordó que el movimiento feminista en el país ha cuestionado a ambas candidatas, aunque afirmó sin embargo que todavía hay espacio para celebrar.
Primera mujer presidenta
Con la llegada de una presidenta, “hay esperanza en lo que significa cambiar las conversaciones sobre la aceptación en diferentes tipos de diferentes sectores de la sociedad y la economía, e incluso en el ingreso de las mujeres a la fuerza laboral y las diferentes oportunidades disponibles”, afirmó Ley en un evento del Brookings Institute.
Pero no cree que necesariamente resulte en un cambio dramático en otros aspectos como, por ejemplo, «el caso de mujeres que necesitan refugio para escapar de la violencia doméstica», dijo.
«Eso es algo que está pendiente de ver y que ojalá suceda en la próxima administración”, apuntó.
Ejercer la autoridad en un país como México también será un desafío para la próxima presidenta, sobre todo en cuerpos como las Fuerzas Armadas, indicó Azucena Cháidez, directora ejecutiva de SIMO Consulting, dedicada al análisis de fenómenos sociales y económicos en México.
“Creo que será un desafío, pero sin duda veo que también existe una oportunidad. Sin embargo, también creo que la violencia de género no disminuirá porque tendremos una presidenta y no veo que esto pueda cambiar radicalmente”, concluyó Cháidez.
Por Salomé Ramírez Vargas y Yeny García/VOA