Probablemente, la escultura sea rama de las artes visuales donde materia-hombre (o mujer) más se compenetran, el vínculo muchas veces inicia sin previo aviso, un simple contacto visual genera una atadura, un deseo de trabajar indisoluble, que podría culminar en una obra de arte.
Materias hay por doquier, más allá de las ferreterías donde compramos para la construcción, en lugares recónditos aparecen troncos y ramas, piedras en los ríos, en el mar y en lugares donde se construye o en demoliciones, también en canteras, donde podemos elegir las de mayor interés, paradójicamente, en los vertederos que nos arropan y amenazan peligrosamente, aparecen piezas motivadoras para reciclar.
Lo más importante es el vínculo que nace en ese primer contacto, para el escultor es de mucha alegría, un júbilo inmediato que hace brillar las pupilas, como sucede cuando en medio de una multitud avistamos una persona diferente, un ser distinto que nos hace pensar en el amor.

Rama de las artes visuales
De amor se trata, aunque es la que otorga mayor grado de dificultad, donde el sudor y la sangre con facilidad se juntan; es en el trabajo escultórico donde artista-materia manifiestan las sensaciones más puras, que, de compenetrarse íntimamente, culminaría en obras sorprendentes, en algunos casos, también para el ejecutor.
En el proceso escultórico hay una complicidad, un apego entre un ser viviente y otro inanimado, donde reina la admiración, el respeto y muchas emociones difíciles de explicar: la materia se respeta, no se le infringen heridas, ni tratamientos bruscos que puedan mancillar su integridad, sino resaltarla, sus valores deben tomarse en cuenta, hacer acopio de las ventajas que proporcionan sus formas, betas, hendiduras y protuberancias.
Si estos preceptos se cumplen, finalizando con un acabado que resalte su piel, entonces se podría estampar la firma, dejando a la comunidad un valioso legado y un deber cumplido.
Por Freddie Cabral