Perdóname, hijo.
Por no enseñarte que ante el dolor los hombres lloran,
que la perdida y frustración también es cosa de hombres.
Perdóname, hijo.
Por no mostrarte que podías fallar;
no era necesario ser tan macho, tan valiente.
Pudiste haberlo intentado y fracasado.
Pero dicen que no es de hombres arrepentirse.
Perdón, hijo.
Por educarte con violencia,
Así me criaron a mí.
Por repetirte que debías devolver cualquier agresión,
que, si te daban, dieras el doble.
Por instruirte que los hombres resuelven sus problemas con las manos.
Los machos no pierden el tiempo hablando, decían.
Y luego no lo pensaste y usaste un arma.
Perdóname, hijo.
Por no enseñarte que ninguna mujer te pertenece,
que perderla no te hacía menos hombre,
y jamás tenías el derecho de matarla
y luego, ante la impotencia, matarte tú.
Perdóname hijo
Perdóname, hijo.
Por enseñarte que los hombres tienen la obligación de ser proveedores.
Por no mostrarte que podías quedarte sin trabajo, sin dinero y seguir siendo un gran hombre.
Perdóname, hijo
Por no estimular en ti la visita al médico cuando tuvieras un problema emocional.
Pudiste haber ido al psicólogo o psiquiatra.
En fin, no te lo permitiste.
Aprendiste que buscar ayuda no es cosa de hombres.
Preferiste ahorcarte. No te dimos alternativas.
Perdóname, hijo
Por aceptar que consumieras alcohol desde muy niño. Como lo hacen los hombres.
¿Por qué no te eduqué de otra manera?
¿Por qué no me instruyeron para hacerlo diferente?
Ahora comprendo que te enseñamos a ser hombre.
Que ser hombre es una construcción social.
¿De qué me sirvió la escuela?
¿De qué te sirvió la escuela?
No tuve ayuda,
estaba sola,
sola con mi historia
con mi herencia.
Mientras trabajaba para mantenernos,
te educó una sociedad violenta,
rígida con los hombres.
Ahora me hablan de salud y estereotipos de género.
Ahora que mi hijo no está.
Ocupa un lugar entre los 600 hombres que se suicidaron el pasado año.
En suicidios los hombres tienen la delantera.
Por cada 6 suicidios de hombres, se estaría suicidando una mujer.
Y las autoridades miran hacia otro lado.
Por Lilliam Fondeur