Describir a Celeste Paredes Almánzar, maestra que sembró amor, es describir esa mujer dominicana que asume varios roles con determinación y ética.
Desde ese municipio de Pimentel hasta llegar a la capital con sólo dos compromisos salir adelante para poder garantizar caminos a sus hermanos y transmitir en las aulas conocimientos, pero sobretodo dejar huellas en cada alumno y persona que logro encontrar palabras sabias en sus consejos.
El magisterio es una vocación porque debe asumir por personas buenas ya que le toca además de educar ser madre, abuela, psicóloga, consejera, así como también tratar de llenar esas carencias que solo ciertas personas especiales pueden llenar con amor, paciencia y argumentos en el aula o la sala de tarea.
En esa calle Altagracia Henríquez del sector de los maestros del mirador sur, tuve la dicha de conocerla personalmente, así como también a su amorosa madre María Almánzar ambas a mi madre y mi persona solo sembraron amor dando un trato de una hija, así como también de un nieto.
Dios escribe de una forma diferente la vida de cada persona logrando integrar de forma sutil o mágica a seres de luz que su objetivo principal es transformar la vida de los demás plasmando en nuestras memorias y sentimientos.
Maestra que sembró amor
Decir gracias a Dios por verte llegar a 98 años y entender este desprendimiento físico aunque sabemos que fuiste bien recibida en la puerta del cielo porque sembraste en tierra fértil en este plano terrenal.
Celeste Paredes Almánzar fue madre, abuela, amiga, maestra y especialmente hermana entregada logrando recibir en vida amor infinito de Olga y Gladys Paredes Almánzar, así como de sus hijos Dominga (Morena) José Domingo y Martin Arias Paredes como también sobrinos y nietos que lloran tu partida, pero nunca olvidarán consejos, acciones o suaves palabras que acarician nuestras memorias.
Recordar como asumiste a esa nieta Ivonne es observar cómo surgió ese instinto de madre y abuela que sigilosamente fue colocando bendiciones en su vida, así como fuiste dejando huellas permanentes en cada nieto que fue llegando y como es la vida tan pasaba a saludarte y cuidarte.
Llorar o no logra entender que nuestras vidas no son eternas ya que estamos de paso en esta tierra tan difícil de entender, pero Celeste Paredes trabajó en cultivar su alma para manejarse con sabiduría dejándole consuelo y buenos recuerdos a quienes lograron conocerle en las aulas, así como también en su entorno social o familiar.