Santo Domingo (Rep. Dominicana).- Aunque no existe una forma garantizada de prevenir el linfoma, ciertos factores pueden aumentar el riesgo de desarrollarlo, como algunas infecciones virales, inmunodeficiencias o la exposición a sustancias químicas.
La acotación la hace la hematóloga clínica, Tamayra Cumba, quien explica que, a diferencia de otros tipos de cáncer, el estilo de vida no suele ser una causa directa, pero sí influye en la salud general del sistema inmunológico.
Explicó que adoptar un estilo de vida saludable fortalece las defensas naturales del organismo y mejora la respuesta del cuerpo ante posibles enfermedades.
“Para la prevención, es importante realizar chequeos médicos periódicos, mantener una buena higiene, descansar adecuadamente y manejar el estrés”, recomendó la facultativa.
Aconseja evitar el tabaco, moderar el consumo de alcohol y llevar una alimentación balanceada rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales contribuye a reducir el riesgo de enfermedades.
La especialista recomienda, además, realizar actividad física con regularidad ayuda a mantener una buena salud física y prevenir afecciones crónicas y llama a la conciencia, la educación y la detección temprana.
Explica que el linfoma es tratable, especialmente si se detecta a tiempo y un diagnóstico oportuno puede marcar una gran diferencia en la vida de miles de personas.
Insiste en que la información y la prevención continúan siendo las mejores herramientas frente a este cáncer que, aunque silencioso, puede ser enfrentado con éxito.
De acuerdo con Cumba, esta enfermedad afecta al sistema linfático, un componente esencial del sistema inmunológico, encargado de defender al cuerpo de infecciones y enfermedades.
Sin embargo, cuando los linfocitos (glóbulos blancos) sufren alteraciones genéticas, pueden comenzar a multiplicarse de manera descontrolada, dando origen a esta enfermedad, explica la hematóloga clínica.
Factores pueden aumentar el riesgo
Detalla que los principales tipos de linfoma son el de Hodgkin y no Hodgkin; ambos tienen en común su origen en los linfocitos, pero se diferencian por el tipo de células involucradas, su evolución clínica y la forma en la que responden al tratamiento.
Explica que el linfoma de Hodgkin se distingue por la presencia de células de Reed-Sternberg y suele tener un comportamiento más predecible, con altas tasas de supervivencia cuando se detecta a tiempo.
“En cambio, el linfoma no Hodgkin abarca un amplio grupo de subtipos con características muy variadas”, dice.
Expone que puede manifestarse de forma más agresiva o lenta, afectando distintos órganos además de los ganglios, como el hígado, el bazo, los pulmones o incluso la médula ósea.
Destaca que los síntomas del linfoma pueden ser poco específicos, lo que dificulta su detección temprana.
“Algunos de los signos más comunes incluyen inflamación indolora de los ganglios linfáticos en el cuello, axilas o ingle, fiebre persistente, sudoración nocturna excesiva; pérdida de peso sin causa aparente, fatiga prolongada, picazón en la piel y, en algunos casos, dificultad para respirar”, manifiesta.
Ante la presencia de estos síntomas, Cumba recomienda consultar con un especialista para una evaluación clínica completa.
Indica que el diagnóstico de la enfermedad se confirma mediante una biopsia del tejido afectado, usualmente de un ganglio linfático, que luego se analiza en laboratorio.
Factores pueden aumentar el riesgo
“También se complementa con estudios de sangre y de imagen, como tomografías, resonancias magnéticas y, especialmente, el PET Scan con fluorodesoxiglucosa (FDG), una herramienta avanzada que permite detectar actividad metabólica anormal incluso en etapas tempranas o en zonas difíciles de examinar”, delinea.
Explica que el PET-FDG es clave tanto para el diagnóstico como para el seguimiento de la respuesta al tratamiento y la detección de recaídas.
Sostiene que una vez obtenida la biopsia, los patólogos pueden aplicar técnicas especializadas como la inmunohistoquímica (IHC).
“Esta herramienta de laboratorio utiliza anticuerpos y marcadores especiales para marcar proteínas específicas dentro del tejido, lo que permite identificar el tipo exacto de linfoma”, dice.
Explica que la inmunohistoquímica no es una biopsia en sí misma, pero se realiza sobre la muestra obtenida y que, gracias a esta técnica, los médicos pueden observar signos de enfermedad invisibles a simple vista, logrando una clasificación precisa del tipo de cáncer.
“Este paso es de suma importancia para determinar el tratamiento más adecuado, especialmente cuando se consideran terapias dirigidas”, comenta.
Indica que esas terapias modernas no atacan todas las células por igual, como lo hace la quimioterapia tradicional, sino que se enfocan en dianas moleculares específicas presentes en las células malignas.
“Esto permite tratamientos más efectivos y con menos efectos secundarios. Sin una correcta caracterización del tumor mediante inmunohistoquímica, sería imposible ofrecer este tipo de terapias personalizadas”, subraya.