La inmediatez nos arropa, las redes sociales nos copan hasta el límite del hartazgo. Y lo peor, las nuevas generaciones no conocen esa bella y triste historia de un país sin par. Héroes desconocidos, muchos. Otros, que brillaron como estrellas rutilantes en el universo histórico nacional, han quedado relegados al olvido.¸
No existe un programa conjunto para preservar y mantener viva esa parte de nuestra existencia, que, como país, hemos trillado. El reflujo de la rapidez, el afán por la supervivencia de unos, y el afán de riquezas de otros muchos, nos han robado lo más preciado. Nuestra bella y triste historia.
Mientras tanto, anquilosamos, relegamos una parte importante de la construcción del diario vivir actual. Lo peor es que a nadie le interesa el rescate de esa historia actual, reciente, que fluye como el agua de los ríos y los mares, y nos estancamos en el marasmo de la actualidad.
¿Qué nos falta? Decisión para enseñar a estas nuevas generaciones que la historia es importante, pero si en las escuelas y colegios no se inculca ese amor patrio, ¿hacia dónde nos dirigimos? Al declive irremediable. No basta con organizar giras, “tours”, viajes a los monumentos históricos.
Nuestra bella y triste historia está ahí, viva candente, y la perdemos poco a poco. Tradiciones seculares, momentos vividos, todo, se echa en el saco del olvido.
¿Por qué, a cuenta de qué y de quién? Preguntas y más preguntas, sin respuesta todavía. Pero el recuerdo permanece. A propósito, y qué pasó con el anteproyecto de ley de Faride Raful, sobre el rescate de la memoria histórica nacional. Con muchas luces y muchas más sombras, pero con algunos arreglitos, pudiera rescatarse la memoria nacional. Pienso, luego existo.
Es una base fundamental para arrancar por el camino del rescate de la historia reciente de nuestra nación tan singular.